Hoy
amaneció nublado, fresco y triste. Espero al primer cliente con impaciencia.
Esto de tener un bar e inaugurar un día festivo me parece algo extraño pero,
nada es casualidad y no me asusta la idea de comenzar a "pagar mis deudas
pendientes". El viento ha comenzado a soplar y mi nuevo cartel baila al
compás de la cuerda que lo sostiene; lo miro oscilar a través de la ventana, aún
salpicada por el chaparrón de hace una hora y pienso que "Consuelo
Bar" es un nombre algo ambiguo, parece que se tratara de una niña de la
familia, aún no sé si es el nombre apropiado; por el momento quedará así, y
será sencillamente un BAR.
Ese cuarto contiguo es el lugar justo para instalar mis viejas estanterías de madera, huele a olvido y humedad, huele a recuerdos y a ausencias.
Desde
niño me apasionaron los libros, tenía de todos los colores y todos los tamaños.
Algunos tenían tapas duras y otras hojas amarillentas. Creo que la sensación de
tocarlos, olerlos y abrazarlos no se me quitó nunca. Recuerdo la felicidad que
me provocaba que mis tíos y abuelos me regalaran libros de cuentos para mis
cumpleaños, desde la vereda los veía llegar con papeles multicolores y moños
que adornaban mi imaginación; pero la silueta rectangular y rígida delataba lo
que el envoltorio contenía. El tío Jonás siempre decía: "Prefiero
comprarte libros y no juguetes" en aquel entonces no comprendía su lema,
pero con el correr de los años mi pasión por la lectura me dio la
respuesta.
Detrás
del mostrador, el empleado observaba a su patrón quién sentado junto a la
ventana de vidrios repartidos se aprestaba a leer en la soledad del
salón.
Ven aquí,
Víctor, siéntate un instante y escucha lo que tengo para ti, ha comenzado
nuevamente a lloviznar y no creo que ningún ser vivo ande por las calles de San
Telmo en la fecha. Ven, acércate que quiero beber un "CAFÉ con
VOS"
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